Te Cortaría en Mil Pedazos : relatos, historias propias. Resucitandote en cada historia. | Weblog de Cristian Sena


—Mirá, cuando uno es adolescente primero se enamora del vecino nuevo, de un compañero de colegio o de quien sea. Alcanza y sobra con verlo pasar por la vereda. Jamás hemos cruzado una palabra, pero ya lo amamos. Después, si tenemos suerte, lo conocemos y nos ponemos de novios y, luego de un tiempo más breve o más prolongado, tenemos relaciones. En cambio, cuando uno, ya adulto, sale con alguien...
—Ya entendí. Primero cogés, después si tenés suerte empezás una relación y muchísimo más adelante, si creés en los milagros, te enamorás ¿no?
—Y sí, más o menos así...


El Fantasma del Abandono - Gabriel Rolón

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Los dos ahí nerviosos, después de escucharse y ser cómplices de presenciar en carne propia lo peor del ser humano, lo más bajo, después de decir casi a dúo, como si una voz nueva naciera a partir de la unión de sus voces, “Tendríamos que tomarnos un tiempo…”.
Estaban sentados sobre el césped, él preparaba el mate eterno, cucharita por cucharita, con un exceso de paciencia, y ella apenas respiraba, estaban sin dudas bajo un combate de sensaciones, percibiendo que todo terminaría, igualmente, ellos no estaban mal, estaban felices, como explicarle a ella que él la extrañaría, y como ella podría intentar decirle a él, que realmente lo quería.
Ambos sabían que no serían el uno para el otro por sus evidentes y obvias diferencias, tal vez, tenían buen sexo, o una química efímera, puedo afirmar que desnudos y abrazados en la cama, no eran tan diferentes, más bien iguales.
Él extrañará agarrarle la mano, sus caricias escasas, los besos confortables en la mejilla, ¿A quién se los dará? ¿Por quién, inútilmente se preocupara?

Ella de él extrañara pocas cosas, quizás el malhumor, las ganas de putearlo, las peleas por la comida, por su dieta dañina, por tantas cosas que él nunca comprenderá.
Se quedan esas cosas y muchas más, estancadas en el aire, flotando en sus cabezas, todo parece más lento en situaciones así, hay una certeza, la de saber que siempre fueron buenos compañeros.


(Play si o si)

Solo sé que esa tarde, algo se rompió y que ambos estaban sentados ahí, él preparando el mate.
Le escuché decir, tontamente:

—Me voy, me tengo que ir, chau —pararse e irse
—Chau —le alcanzó a decir ella

Camino hasta la parada más cercana y tomo cualquier micro, tan solo quería alejarse un poco. La ciudad desierta de almas y sentimientos. Se ubicó en el anteúltimo asiento y de ahí la pudo ver a ella, esa sería la última vez que la volvería a ver con esos ojos, seguía sentada en el parque, inmóvil, mirando vaya a saber qué.
Y el mate estaba ahí, junto a ella, preparado, esperando el agua caliente que nunca llegó. Compartiendo ese dolor, ese extraño dolor de saber que todo sentimiento se potencia, muta, se achica y se esconde en un rinconcito del alma, llamado recuerdo.

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Todo el mundo sabe que la Tierra está separada de los otros astros por una cantidad variable de años luz. Lo que pocos saben (en realidad, solamente yo) es que Margarita está separada de mí por una cantidad considerable de años caracol.

Al principio pensé que se trataba de años tortuga, pero he tenido que abandonar esa unidad de medida demasiado halagadora. Por poco que camine una tortuga, yo hubiera terminado por llegar a Margarita, pero en cambio Osvaldo, mi caracol preferido, no me deja la menor esperanza. Vaya a saber cuando se inicio la marcha que lo fue distanciando imperceptiblemente de mi zapato izquierdo, luego que lo hube orientado con extrema precisión hacia el tumbo que lo llevara a Margarita. Repleto de lechuga fresca, cuidado y atendido amorosamente, su primer avance fue promisorio, y me dije esperanzadamente que antes de que el pino del patio sobrepasara la altura del tejado, los plateados cuernos de Osvaldo entrarían en el campo visual de Margarita pare llevarle mi mensaje simpático; entretanto, desde aquí podía ser feliz imaginando su alegría al verlo llegar, la agitación de sus trenzas y sus brazos.

Tal vez los años luz son todos iguales, pero no los años caracol, y Osvaldo ha cesado de merecer mi confianza. No es que se detenga, pues me ha sido posible verificar por su huella argentada que prosigue su marcha y que mantiene la buena dirección, aunque esto suponga pare el subir y bajar incontables paredes o atravesar íntegramente una fábrica de fideos. Pero más me cuesta a mí comprobar esa meritoria exactitud, y dos veces he sido arrestado por guardianes enfurecidos a quienes he tenido que decir las peores mentiras puesto que la verdad me hubiera valido una lluvia de trompadas. Lo triste es que Margarita, sentada en su sillón de terciopelo tosa, me espera del otro lado de la ciudad. Si en vez de Osvaldo yo me hubiera servido de los años luz, ya tendríamos nietos; pero cuando se ama largo y dulcemente, cuando se quiere llegar al termino de una paulatina esperanza, es lógico que se elijan los años caracol. Es tan difícil, después de todo, decidir cuales son las ventajas y cuales los inconvenientes de estas opciones.


Lucas, sus largas marchas - Julio Cortázar

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Tirado en el piso, te pide una mano, abraza el polvo, y se ahoga en el piso, se funde en el paco.
Se muere tendido, descansa pacifico, y vos ahí parado, no salís de tu asombro, te vas, corres, huís, por que no sabes lo que es recibir una ayuda. Un cacho de voz, un poco de oxigeno.
Limpito, lo obvias, le escupís en la cara, le reflejas su desgracia con tu reloj nuevito, que marca las horas que le quedan y él ahí, cayendo y cayendo, contaminando sus sueños, fingiendo estar vivo, rodeado de monedas, monedas, comestibles monedas. Fumables monedas, aspirables monedas ocultas en sus dedos, sus dedos que no suman solo restan sus dedos quemados de tucas caseras, de sueños caseros, de trajes de ensueños.
Mirando sin mirar, lo pasas por alto, te acostumbraste a girar para ver un culito, a caminar más rápido para mirar de reojo un escote, pero la bolsa de mugre no la levantas.
Son bolsas de mugre con ilusiones podridas, con mentes usadas, con flores cancinas, que destilan perfume, que escapan de un buzo recién afanado, son flores que buscan salir de su alma.
Hablamos, no hacemos, simulamos ser héroes que vivimos en la calle, y de pronto te encuentro durmiendo calentinto, que tenemos un poco de educación robada, egoístas, excluidos en una burbuja de deseos ajenos, de envidia maligna, de corazones con dueños.

Queremos el todo y no la nada, ellos tan solo quieren un poco y hasta se conforman con nada. Conformismo inentendible, que reavivan sus ansias por volar un poco. Por ir allá a lo lejos, donde la vida se vive, donde los sueños no existen.
Acá nos quedamos mirando de nuevo, observando como en el cine una película en la que no se puede modificar el guión, somos espectadores de su vida, los vemos ahí, los vemos allá, pero nadie se anima a tocar.
Sin pausa y con prisa me vuelvo a escapar, me alejo de vos, te miro de lejos, me das miedo, querido monstruo, yo no soy como vos, pero vos si sos como yo.
Me atrevo a decirte, que no sos culpable, tan solo un juguete de un nene mimado, de hombre maduro, de un tipo cordial, de fácil palabra, de camisa y corbata, de traje de marca, de autos lujosos.
Vomito esto ahora, necesito decirlo, te pido perdón, mírame ahora que no tengo careta, sentí mis palabras, mi aliento sincero, mi cara de bobo, mi cuerpo de imbécil, sentí mis plegarias de un tipo que intenta despertarse, sin hacer nada, como somos todos los que optamos por hablar, por callar la verdad, la verdad que duele, la verdad que miente, la que te oculta tu lastima, la que nunca te dará un pedazo de pan.
Te deseo una muerte en paz mi negro, mi negro de mierda, mi negro cabeza, mi negro odiado, mi negro asesino, mi negro vidriera.
Te lo dice otro negro, otro negro de mierda.

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Un sonido rompió el silencio de hospital. Eso fue un grito —Pensó.

—Carmen, ¿Eso fue un grito? —Preguntó Luis para estar más tranquilo.
—Sí, no, no fue un grito —Respondió Carmen con vos tranquila y serena.
—¿Sí o No? —Volvió a preguntar, un poco nervioso.
—¿Sí o no, qué Luis? —Le dijo y se quedo mirándolo.
—Si fue un grito Carmen, ¿Que te pregunte recién? –Dijo con tono cansino.
—Ahh, discúlpame, no, no fue un grito, fue un llanto. Así son los llantos. Los bebes recién nacidos, no gritan, lloran. —Respondió y se acercó a la ventana de acrílico, que tenía la puerta.
—¿Se ve algo? —Pregunto Luis, estaba ansioso.
-Prácticamente no se ve nada —Respondió ella.

Otro llanto se escuchó y otro y otro y cada vez más seguido y de pronto una de las hojas de la puerta se abre bruscamente al mismo tiempo que el doctor empuja la otra puerta y Luis ve pasar a su esposa totalmente dormida, transpirada, empapada, le alcanza acariciar el brazo, se le infla el pecho de emoción, de amor, de algo imposible de describir. La camilla no para y ella se pierde al doblar en un pasillo a lo lejos.
Mientras que el doctor comienza aproximarse hacia él, un fuerte escalofrió le golpea la espalda, lo puede sentir, mira el techo y dice en voz alta —Gracias vieja—, el doctor se para frente a él, lo mira a los ojos, estira su mano y le dice:

—Te felicito Luis, es un varón —Mientras presiona fuerte su mano. Una lágrima rueda por la mejilla de Luis, necesita abrazar al Doctor, necesita abrazarlo. Estira su brazo y toma del brazo a Carmen y la mete en la ronda de abrazos, están más unidos que nunca. La vida es hermosa pensó Luis, soy un afortunado.

—Así que es un nene, que alegría, doctor. Cuénteme, ¿Cómo salio el parto? —Pregunto Luis, al mismo tiempo que secaba sus lágrimas.
—El parto... no salio como realmente esperábamos —Y se detuvo el tiempo y el corazón de Luis. Carmen no resistió y largo el llanto, no pudo contenerlo más.
—Pero, doctor... ¿Cómo... qué quiere decir con que no salio como esperaba? —Preguntó casi sin voz.
—Así es Luis, ¿Qué haría usted si yo le diera a elegir entre su vida y la de su bebe?.

Luego de esa pregunta Luis se sintió morir en vida, sintió como la cabeza le latía, como el pecho le latía, como sus brazos le latían, como sus pies palpitaban, tuvo miedo, tuvo frío, comenzaba a congelarse. Nunca vivió una situación así, nunca sintió algo así, jamás se hubiera imaginado que esto le podría estar pasando a él, bajo su cabeza y mirando al piso expulsó:

—Me salvaría yo Doctor. Me salvaría yo —Emitió esa frase, en voz baja, con vergüenza y todos cerraron los ojos.

Hay cosas que solo una madre puede hacer. Y aunque le cueste la vida, lo va a hacer.
No me va a alcanzar el tiempo para agradecerle las cosas que hizo/hace mi vieja por mí. No me van a alcanzar los días. No existe calendario para el Día de la Madre.
Te quiero mamá.

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Lo admito, es muy sexy cuando inclinas tus pies con esos tacones negros, yo desconozco de zapatos, apenas puedo describir la forma, la punta es levemente cuadrada, una cinta de charol te lo ata al pie. Desde acá y eso que estoy lejos, me da la impresión que está marcándote. Eso me excita más, el saber que te apreta, una cuota de mi perversión ya esta saldada.
Estás fumando demasiado, sostenes el cigarrillo con la mano derecha apoyada en el banco. Bajas y subís tus pies con calma, los dos al mismo tiempo que vomitas ese humo tan dañino y sanador.
Se tensan tus músculos, se endurece tu muslo, puedo notarlo aunque estés sentada, ni tu falda corta, ni tu mano, ni el banco, ni la cartera negra al lado tuyo, ni las colillas del veneno en el piso me impiden ver tu culo.

Si levanto mi mirada observo tu chaqueta negra, tus tetas invisibles, tu camisa rosa, el pañuelo rojo en tu cuello, pero tu rostro me es imposible observarlo. Intentare imaginarlo, es tan triste imaginarse todo.
¿Se estarán clavando tus tacos en la baldosa?
Seré yo el que sufre en lugar de la baldosa, serán esas colillas mi abrigo, será tu delgadez detrás de la chaqueta la que aumenta mis ansias por ir a buscarte. Sos de esas tipas que no importan donde vivan, por que son inalcanzables, así estén frente a mis ojos.
No sabes lo desolador que es saber que jamás serás mía, y aun sin intentarlo estar tan seguro de eso. No sabes el vacío que genera la soledad, se siente como si estuvieras en una gran heladera con todas las luces apagadas, el frío te quema y la cabeza se te comienza abrir como si utilizaran un abrelatas.
Francisca, así te llamare, serás italiana, tendrás un par de manchones en la piel, de esos que vos sola entendes. Escucharas Jazz, vivirás triste, por que para eso naciste, para vestir colores oscuros, tu felicidad será directamente proporcional a mis ansias de encontrarte.
Hablaras francés, te gustará el color rojo sangre, pero no harás la vulgaridad de pintarte los labios, ni tampoco maquillarte.
Serás dócil, ingenua, impactante, y sobre todas las cosas muy irresistible.
Te ilusionaras como todas aquellas que se mienten hasta que logran comprobar su frustración para volver a ilusionarse, clavaras puñales y dirás todo aquello que jamás cumplirás.
Usaras a la gente de manera sutil, robándoles su tiempo, sea cual sea el modo, robaras segundos, luego minutos, después serán semanas, meses, años, tu tiempo no vale, y nunca va a valer. Negro.
Volverás, siempre volverás, en palabras, en fotos, pensamientos te traerán. Nunca te van a cojer.
En donde quieras que estés, me buscaras a mí.
Y cuando me encuentres, fingiremos no conocernos, como siempre pasa. Y yo, volveré a imaginarte. Y vos, volverás a fumar.
Como en esa tarde gris, así tal cual, como en la fotografía en que te conocí.

Texto que nace al ver esta fotografía de rainbowhawk

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—Al fin y al cabo te vas a ir igual, con o sin mi despedida –dije con una tonada de total desinterés, me di cuenta en ese instante que soy bastante forrito cuando quiero.
—Eso que decís es una actitud muy egoísta y es muy feo Juan, vos no tenes por que tratarme así –respondió, elevando un poquito la voz al final de la frase puso las manos en la mesa y se paro de la silla.
—Y ahora te convertís en mi mamá, es la verdad, acá no hay nada que te retenga, ni yo –termine de hablar me pare y me fui para la cocina rascándome la cabeza.
—Esto ya lo hablamos me parece, vos sabías que hoy me iba, si no me queres despedir no lo hagas pero yo me voy –Dijo eso y comenzó a caminar hacia el teléfono, marco y pidió un taxi.

Por dentro mío rogaba que no haya taxis o que haya demora, un terremoto, cualquier cosa, pero no, como siempre todo sale mal, el operador le dijo en cinco minutos.
Fueron los cinco minutos mas largos de mi vida, no se escucho una mosca, la habitación no hizo un ruido, una mala onda, una tristeza, es como que ninguna parte de la casa quería que ella se vaya, ni el rompe pelotas del perrito.
Hasta que detone la bomba, no podía permitir que se vaya sin decírselo. Sin que ella supiera lo que yo pensaba.

—Seguro te vas con el otro… –murmure mientras caminaba
—¿Qué dijiste Juan? –pregunto al instante, apenas había cortado el teléfono. Las mujeres sin duda, tienen odio absoluto.
—Eso, que seguro te vas con el otro gordo puto
—Juan, por favor, terminemos bien
—Carla, no seas hija de puta, decime la verdad, yo sé como soy, me dejas por que ya no me bancas más
—Juan
—Ves, no me respondes, me emputece eso, que no me respondas, igual todo bien, vos cagate en mí, cagate en todo, ojala que te vaya como el orto en México
—Juan, córtala –gritó
—Encima gordo y pelado, debe ser un mujeriego, pero claro, tiene plata, necesita una asistente
—Que mierda de tipo que sos, siempre con ese pesimismo del orto, con ese miedo enfermo de que todo es culpa tuya, de que nadie te quiere. Cuando te pones así, me das asco, me da asco que seas tan imbecil, que pienses que soy una cualquiera, que no me valores nada, Juan, tendría que grabarte para que te escucharas.
—Ándate a cagar

De la cocina sin escalas directo al comedor, prendí el equipo de música lo puse bien fuerte, ya no quería discutir más, ni tampoco seguir escuchándola. Solo buscaba acelerar el paso de esos cinco minutos.

—Carla, discúlpame, antes de que te vayas… quisiera darte una cosa –que me pasaba, apenas pude decirle eso, no podía hablar.
—¿Si? Bueno si te apuras me lo das ahora sino te lo vas a quedar vos por que estoy viendo por la ventana que ya vino el taxi –Sonrió y estiro su mano —acércate –me dijo y comencé a caminar hacia ella, le di un papel, un beso y se fue. Sola. Mientras en el equipo de música se lo escuchaba al pelado cantar “Las despedidas son esos dolores dulces...”.

Siempre me pasa lo mismo, no sirvo para despedidas, ahí se fue, ya debe estar a unas seis o siete cuadras de casa y no me pude despedir como corresponde, no le dije ni un te quiero ni un buen viaje. Tanto hablándome de esta fecha para que se me pase como un día normal. Engañándome, pensando que mañana estará conmigo, siempre voy a estar destinado a perder las cosas para darme cuenta que no están, a valorarlas cuando ya no existen mas. ¿Siempre?.
Ella va a volver, pero cuando vuelva no será la misma. La gente cambia, conocerá lugares, estará tan feliz que se olvidará de mí.
Yo se que hay miles de formas de despedirse de alguien, están los que lloran, los que ríen, los que gritan, a los que les agarra el ataque de amor, los que te besan, los que te dan la palmada en la espalda, los que no dicen nada, los que con la mirada te están diciendo todo, los que ni te miran a los ojos por miedo a llorar, los que se hacen los boludos, los que te retienen, los que ponen una excusa, los maduros que te dan la mano, los que le transmiten a su cara la tristeza, y los que son como yo, que para despedir a alguien necesita pelear, necesita negar toda la situación. Quizás sea un cruel modo de defensa para extrañar menos. Soy de esos que caen en la realidad cuando ya nada se puede cambiar.
Creo que nunca me pude despedir de nadie. Nunca me alcanza el tiempo ni las palabras justas, ni el lugar, todo siempre me queda chico. Pero igualmente tampoco entiendo por qué ella no se despidió de mí. O quizás su despedida fue lo último que me dijo.

—Podrías darme una mano con un bolso en vez de quedarte ahí parado como un pelotudo.

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