Te Cortaría en Mil Pedazos : relatos, historias propias. Resucitandote en cada historia. | Weblog de Cristian Sena

Más allá de cada historia lo que cuenta es el principio. Estábamos en un mar algo difuso con amigos, pero el recuadro era Pablo y yo, salimos del boliche con dos chicas muy lindas, juraría que era un sueño, pero si mal no recuerdo, es que no las vi demasiado, era una rubia y una morocha. El bien y el mal, no me pregunten cuál es cuál. Es que a mi edad mezclo todo, y se me confunde la realidad, de lo vivido y de lo imaginado.
Yo se que con muchos no nos conocemos pero nos conocemos bien aunque jamas nos hayamos visto.
La verdad es que abrí mis ojos y estaba acostado sobre su falda y le decía que no quería despertarme, que la vida era hermosa y que realmente era feliz. Con la complejidad de usar la palabra feliz. Esas cosas que dicen los tristes.
Nos encontrábamos en una especie de casita de guardavidas, mucha madera, olor a barniz por todos lados y estaba muy fresco, de fondo se escuchaba el mar, se veían carpas, imagino que seria Mar del Plata, aunque nunca conocí La Bristol, lo que conozco de Mar del Plata es que le dicen la feliz y con eso me alcanza.
Pablo, estaba completamente loco, gritaba loco de amor “aunque el tiempo pase, quiero vivir al lado tuyo”. Ellas jamás nos respondieron, nos miraban como con lastima, una mezcla entre ternura y compasión. Como se miran a los tristes.
Al instante (pasa todo muy rápido) escucho gritos fuera del cuadro en el que estábamos, habían llegado todos mis amigos. Al menos reconocí a la mayoría, estaba Aníbal corriendo semi desnudo, corría por toda la costanera. Yo estaba feliz de que ellos estén ahí, ser presentes de mi presente.
Antonio traía mate, podríamos decir que estaba mutando en uruguayo, un mate gigante, esos que perdés medio litro de agua para cebarlo.
Y ahí estábamos, se acerco Ricardo y me pregunto por Pablo, yo le dije -está allá al fondo- señalando las carpas verdes a lo lejos, sobre la playa, es aquel que está sentado en la silla blanca con una rubia a upa.
En ese momento recordé a mí morocha, se las quería presentar, la casita de madera ya no estaba más, la busque, le pregunte a todos si la habían visto, si se había escapado, si les había dejado algún mensaje para mí. Nada, no había rastro.
La busque toda esa mañana, recordé los tragos, como no recordarlos si tenia aliento a vodka con Speed. A cierta edad ya no tomamos más cervezas calientes. Nadie la había visto. Pablo estaba lejos y no lo quería molestar.
Fue cuando entonces sonó el despertador. Fue todo un sueño, lo sospeche al principio pero me deje llevar, hacia un buen tiempo que no sentía tanta paz. Un encantador sueño.
Eran las 8, tenía que ir a trabajar, lo primero que pensé fue en escribir este texto. No me importaba llegar tarde, no me importaban mis problemas porque sé que ella existe. Porque sé que ella esta en algún lado. Quizás algún día la encuentre. No sé si en un mar difuso, no sé si en las verdes carpas.
Pero fue tan autentico, que solo me conformaría con saber su nombre.
Soñar para vivir, me dije, soñar para encontrarla nuevamente.

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