Te Cortaría en Mil Pedazos : relatos, historias propias. Resucitandote en cada historia. | Weblog de Cristian Sena

—Era ella, Fede, te juro, era ella. Lo vi en sus ojos, fueron dos segundos, pero era ella. —le dije a Federico, un compañero del trabajo, nos dirigíamos hacia la parada del micro.

—¿Quién? —pregunto Fede.

—Ella, Marcia, ¡No lo puedo creer, era ella! —dije sorprendido, sin poder creerlo.

—¿Marcia? —dijo Fede asombrado.

—Sí, Marcia, te lo juro, era ella, paso recién por al lado mío, me rozó el brazo, ¿Qué hago?, ayúdame, ¿Qué hago? —le dije a Federico. Me convertí en una bola de nervios, desesperación, adrenalina, miedo, todos los sentimientos que anulan cualquier decisión que alguien pueda tomar en esas condiciones.

—Espera... no hagas boludeces, mira si no es ella. —dijo Fede, restándole importancia a la situación, no sé si para tratar de tranquilizarme o por que esta es la séptima vez desde que lo conozco que le digo que una mina es igual a Marcia.

—Te lo juro, los ojos no mienten, su mirada, era ella. Marcia, ¿Entendes?, después de tantos años, verla pasar, algo tengo que hacer. ¿Le pregunto si se llama Marcia?, aunque tal vez, no es ella. —Frene mi caminata, me agarre la cabeza, estaba perdido.

—Corre, si sentís que es ella córrela, no la dejes ir, nunca es tarde —dijo Fede.

“Nunca es tarde”, me motivo a correr, de una forma impresionante, me di vuelta decidido a decirle todo. Todo lo que una vez había callado, no pensaba guardarme nada, esta vez todo seria diferente. Marcia estaba a dos cuadras, pero fueron kilómetros interminables para mí.

Ya estoy a unos veintes metros, totalmente agitado, nervioso, con miedos, aquellos miedos que alguna vez sentí, estas cosas son las que afirman que el amor esta intacto. Siento como en cada paso, mis zapatos se llenan de plomo, como una pared se levanta frente a ella. Ahora realmente dudo si es ella, si esa es Marcia, mi Marcia.

Es tan hermoso su caminar, que no me atrevo a incomodarla, solo la observo como un frío espectador que busca un desenlacé de película, mi joven promesa y aquella historia de amor que jamás concluí.

Ahí estoy, a un paso de distancia, a su derecha. Ella no siente mis pasos, yo me vuelvo invisible, ella no nota mi presencia, pero yo sí, no me atrevo hablarle. No puedo, ¿Que decirle?, ¿Por donde empezar?, me gustaría gritarle que la amo, que no existe el olvido.

Ella acelera el paso, tiene miedo; lo presiento en su caminata, casi ni mira para el costado, camina recto, deseando llegar a la esquina para doblar y que la multitud de gente se la devore en su primer paso. Perderse, camuflarse, saber que nadie le hará daño, que tal vez algún hombre se apiade y la defienda en caso de que algún idiota intente propasarse con ella.

La esquina; marca un antes y un después. Tomo valor, y me acerco a ella.

—Discúlpame, ¿Me decís la hora? —pregunté, es lo único que me atrevo a decirle, soy un imbecil. Después de esa pregunta, ¿Qué sigue? “¡Que calor, que día de locos!”, tan vulgar, tan patético.

—Sí, son las seis menos cuarto —responde ella, su voz me traslada a otro mundo, mis oídos dejan de escuchar la contaminación sonora que hay en la gran ciudad.

—Gracias —respondí, con la certeza de que en la próxima frase, ella se acuerde de mí.

—Discúlpame de vuelta. ¿Podrías parar un segundo de caminar? —le dije, ella no hizo caso, me ignoro por completo.

—Es que quisiera verte, creo que de algún lado te conozco. —volví a decirle, esta vez un poco mas desganado, con desilusión, con nostalgia. Sin entender nada, me olvide como se hablaba, dudo cada palabra que digo.

—Mira, estoy muy apurada, llego tarde a la oficina, me matan —me dijo eso, pero observe que en ningún momento ella me miro a la cara, eso me hizo pensar que tal vez sea Marcia, que el miedo a no saber que puede suceder le impide mirarme o aun mejor quizás ella también me busca todavía, pero acostumbrada a errar de persona, ya ni mira a los ojos cuando habla.

—¿Marcia?, ¿Vos te llamas Marcia? —pregunté.

Y la ciudad se congelo, el pasto se tiño de gris, los árboles eran blancos, los autos desaparecieron, solo ella y yo. Todo lo demás ya no importaba, ella freno su caminata, me miro a los ojos, la mire, una lagrima caía por mi mejilla, las flores de pronto comenzaron a secarse, el golpe de un hombre trajeado me sacudió de esa irrealidad.

Simplemente dijo;

—¿Perdón?

Y la ciudad me atosigo de tal forma que mi pecho estuvo a punto de explotar. Sentía como todas las miradas eran directas a mi, como los autos me querían atropellar. Todo fue un segundo, lo malo pasa tan rápido.

—Si te llamas Marcia, ¿Te llamas Marcia? —volví a preguntar.

—No... —su voz se quebró— Yo... me llamo Carla, lo siento mucho.

—Ah, discúlpame, me confundí, sos tan parecida.

Con todos mis fracasos, caí desalmado en una vieja construcción; en un frío escalón de mármol. Y el mundo seguía pasando, riéndose de mí. Rezaba por que vuelva corriendo y me grite: “¡Acá estoy!” “¡Por fin te encontré!” “¡Volviste!” “¡Siempre supe que volverías!”.
Desafortunadamente, se perdió al doblar la esquina, comprendí que estaba solo.

Que siempre es tarde. Que cada día que pasa, odio más a la ciudad.

Y me volví como pude hasta la parada del micro, con una certeza difícil de comprender; la de saber que esos ojos me mintieron.

2 Comentarios:

# matrioska_verde dijo...

me ha encantado el relato aunque me hubiera gustado que fuese Marcia...

bicos,
Aldabra

# DaM!t@ dijo...

hubiese sido lindo que fuese ella..que hubies epasado entonces??
a mi a veces en lugar de reencontrarme con personas me gustaria perderlas..o no haberlas conocido..soy mala no?
pero juro que es lo que pienso a veces..
Me encanta como escribis...
Besos

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