Ya nos cuesta todo el doble y más. En jaque  a cada rato. En el 
armario buscas bufandas y collares que hagan juego con tus zapatillas, 
en la búsqueda constante de una renovación, de algo que va a pasar y 
nunca pasa. 
Estás buscando ese accidente, lo dicen tus calzas, 
ese accidente, ese choque de planetas, definitivamente lo buscas a él. 
Me lo dicen tus mejillas coloradas, tu pelo feliz. 
Lo vas 
buscando a él, vas pensando en la casualidad, en como pasarle tu 
teléfono sin que se de cuenta, en fingir esa cosa en común que tanto los
 une. En falsear una casualidad. En la mentira del pintor y del autor 
que nunca leíste, y la obra que jamás viste.
Se van cayendo las mañanas,  está fresco. Abrígate, che, ponete tus guantes bordo ¡Cuantos problemas! 
Que remera elegir, para que elegirla si arriba va una campera que te llega a
 los talones, sé que esa campera no es tuya, siempre está presente esa 
fascinación de usar ropa prestada o regalada, invocando así un gramo de 
personalidad de otro que te sume un puntín a tu autoestima fría como 
este invierno.
Y ya salís para tu trabajo, quizás este él ahí, 
imbécil como pocos, desaprovechando cada minuto, no comprendiendo que la
 vida es una sola. Siempre está ahí, parado, fumando como idiota, 
hablando por teléfono, sonriendo como si estuviera haciendo una 
publicidad de celulares.
Te da bronca que él sea tan idiota, te da bronca que siempre te quejes por todo. 
Pero nena, nunca opaques tu sonrisa de princesa, tu mirada que reconforta a cualquier tarado.
No
 quiero ser cruel, sabés, pero me cuesta a veces, verte ahí, muerta de 
frio, fingiendo esperar a alguien cuando él pasa por al lado, sin 
preguntarte ni siquiera la hora. Sin decirte, ¿tomamos un café? y sin 
sorpresas (A cierta edad, las sorpresas ya no existen más), yo quisiera 
verle la cara, cuando le digas, “Tomemos el café, pero en el cuarto de 
algún hotel”.
Yo sé la historia, yo la escribo, él nunca te va a 
hablar, porque jamás se animaría a decirte algo, porque no puede, lo veo
 en su cara pálida cual idiota enamorado, un tonto al estilo caballito 
de carrera que solo mira para adelante. Se pierde todo el panorama, se 
pierde tu bufanda roja, tu saquito anti-fiesta tapa culo.
Quizás es momento, niña, que vayas y le digas, que se puede ir bien a la mierda, quizás sea la hora de mandarlo a cagar.
Quizás ese quizás es un ya inmediato.
París, está muy lejos, y el invierno es muy cruel.
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