Tendría que hacer más ejercicio. Lo comprobé cuando estábamos en Chiang Mai, esas bicicleta me estaba transformando el músculo de la pierna en una roca. Pero todo se calmó cuando comenzó la bajada. Bajar a veces no es tan malo.
Mi amigo se adelanto y yo nunca me sentí más paralizado que para cruzar esa calle. Los autos no paraban, nunca cesaban de pasar. Yo miré a mi amigo, levante los brazos y le grite “¡Como carajo cruzo!” el me respondía con sonrisa “Mandate que frenan”. M-A-N-D-A-T-E como si fuese algo simple.
La culpa la tienen los videos virales, yo vi como manejan en Asia, ni en pedo estaba dispuesto a cruzar, opte por bajarme y caminar, camine 1 cuadra con la bici al lado, tome valor y baje al cordón.
Cerré los ojos y corrí con la bici al lado, claro, tendría que haberlos abierto porque el palo que me dí con el otro cordón fue espectacular. Jamas imagine que el cordón era mucho más alto del que yo había bajado, supongo que quizás era para que no crucen por ahí.
Estaba bien, solo un raspón en el codo. Automáticamente le dije a mi amigo, que lógicamente no íbamos a volver por esta avenida, que si quiere que vuelva él solo y yo emprendería otro viaje.
Todo eso lo hacíamos para reservar una excursión a unos templos. Lindos templos. Quien pudiera vivir ahí.
Pudimos llegar, hicimos las reservas y volvimos. Antes frenamos en un Eleven para comprar algo para comer, habían unos sanguchitos por 20 Baths que eran deliciosos.
Yo compré 2 cervezas para el hostel. La noche era hermosa. Hicimos una parada técnica en un bar, en una fiesta electrónica con regadores que nos empaparon, pero estábamos felices, estábamos en Tailandia.
Las bicis ya no estaban más, claro, uno las activaba con el celu y eran gratis. Optamos por caminar 1 cuadra y agarrar otras bicis, con un poco de culpa, porque sabíamos que le pertenecían a alguien, mi culpa verdadera era que 2 boludos, iban a salir en pedo de alguna casa y sus bicis no iban a estar ahí. Esa adrenalina fue buena. Fue fantástica sentirme argentino en un país tan lejano.
Llegamos al hostel, ya cansados, subimos a la terraza, estábamos solo, abajo se escuchaban gritos, gente, habría alguna especie de fiesta o al menos murmullos en todos los idiomas.
Destape la birra, comenzamos a tomar, la noche estaba estrellada hacia calor, prendí un cigarro. Y entre todos el murmullo se escucho a una piba reir y contar que vio a un pelotudo pegarse un palo terrible con una bicicleta.
Yo lo mire a mi amigo y le dije, “serán argentinas?”. Eran cordobesas o de alguna provincia. Lo cierto es que me asome en la terraza y les dije, que el pelotudo ese era yo.
Ellas porque ya identifique al grupo, se reían y nos dijeron que no, que era otro pelotudo porque era medio chinito.
Entonces se me dio por pensar que doble pelotudo no se puede ser en la vida, que uno, anulo al otro.
Bajamos, tomamos la otra birra y nos fuimos a dormir.
Al otro día vimos elefantes. Jamas había tocado a uno ni tampoco sabia que lo iba a tocar en toda mi vida.
El elefante dicen que tiene buena memoria, yo por mi parte aprendí 5 cosas, que tengo que tener un mejor estado físico, que las calles se cruzan por la esquina, que el mundo es un pañuelo, que nunca podemos escapar de nuestra historia y que nunca se es doblemente pelotudo.
Archivado en: Comedias Dramáticas
Segui asi!. Vas bien por la esquina