Te Cortaría en Mil Pedazos : relatos, historias propias. Resucitandote en cada historia. | Weblog de Cristian Sena

Ya no recuerdo que hora era, ni tampoco el día, solo que llovía y que era invierno.
Me encontré solo en el sillón de casa, escuchaba el motor del aire acondicionado, mi única banda de sonido. Me quede inmóvil por un largo rato, mirando un vaso de agua que estaba medio lleno, no podía dejar de pensar.
Sé que al decirle que la amaba y que me hacía feliz estaba rompiéndolo todo, al menos considero que a partir de esa palabra se rompen cosas internas y todo se convierte en una eterna despedida. Y hay que ser muy cautos para alargar ese momento y pasarla lo mejor posible. Yo creo que para eso nos unimos, para sobrevivir.
Lo que recuerdo es el color rojizo de sus cachetes acalorados, sus ojos enlacados y sus labios calientes que me quemaban. Estábamos siendo felices.
Pero también estábamos sintiendo que todo se rompía en lo más profundo de nuestros corazones. La alegría no podía tapar a la tristeza y quizás por eso llorábamos. Por no comprender la magnitud de una situación así ¿Qué es lo que viene después? ¿Se puede ser más felices o ya llegamos al límite y ahora todo se corrompe?
Esa noche manejé dos horas, el regreso fue eterno, a veces creo que el tiempo se mide en sentimientos. No recuerdo nada del viaje, solo la vista fija hacia delante como si me estuvieran llevando. Estaba ahogado, tenía calor en pleno invierno.
Por momentos sonreía, porque fue una liberación o más bien una decisión acertada, realmente pienso que explote, que ya no podía contenerlo, porque se lo estaba diciendo con las manos, con los ojos, con el pelo, con todo mi ser. Sentí en un momento al mirarla que no tenía que decirle nada, como que ya estaba todo dicho. Intente fingir, pero no pude, y ahí es cuando se lo dije en el medio de un pasillo de Carrefour mientras nos sorprendíamos de lo caro que estaban las verduras.
Uno nunca puede elegir donde decir una verdad y en todo ese ruido, le dije que la quería, y que no podía explicar en que sentido o con que intensidad, intente darle ejemplos del querer, pero no se me ocurría nada. Le comenté que era lo más parecido a recibir una buena noticia a cada ratito, o como algo similar a estar orgulloso de algo. No sé si lo entendió del todo. Pero ella respondió lo mismo. Que estaba feliz. Y que no sabría que personas seriamos si no nos hubiéramos conocido.
Al llegar a casa, entré, me saqué las zapatillas, prendí un cigarrillo, y me senté en el sillón.
Me dolían los pies por la posición en la que estaba, pero no me percate en absoluto. Solo me di cuenta al bajarlos que estuvieron mucho tiempo enroscados.
Nos estábamos separando.
A esa conclusión llegué sentado en el sillón, mientras todo alrededor comenzaba a caerse.

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