El regalo cayó justo en el medio de los dos. Ella agarró un lado y yo el otro. Rompo un cacho de la caja y hay dos paquetes. Uno es un celular medio viejo por lo que vi, y el otro es un kit de sushi con algo que se enchufa. Raro.
—¿Celular o Sushi? —le pregunté.
—Sushi —afirmó sin verlo.
Vio en mi cara una decepción enorme y me dijo:
—¿Qué? ¿Lo querés vos? ¿Para qué me das a elegir? —preguntó un poco indignada.
Yo no lo quería hasta que ella lo eligió de forma tan segura que me hizo quererlo. Lo fácil no me gusta y lo difícil me apasiona.
—Hagamos sorteo, anotá en un papel “Sushi” y yo en otro anoto “Celular”. Sorteamos y listo. —Sacó una lapicera de la cartera y cortó un papelito en dos pedazos. —Toma, anota acá. —me paso un pedazo chiquito de papel
—Dale, ahí lo anoto. ¿Y cómo te llamás vos?
—María Laura, pero no me gusta mi nombre.
—No es tan feo, a mí el que me gusta es “María Paula”, no sé por qué, o “Ana Laura” o “Ana Clara”, así como doble…
—Bueno, estoy apurada. ¿Estás nervioso? ¿Querés que lo escriba yo?
—Sí, dale, anotá vos, que escribo medio como el orto en cosas chiquitas.
Metimos los dos papelitos en un vaso, mezclamos, metió la mano rápido sin pensarlo demasiado. Abrió el papelito, me miró, se sonrió, me lo mostró, salió “Sushi”.
—Ahora sí me voy tranquila, un placer conocerte.
Me expropió el paquete y se fue con paso apresurado, la vi salir, se subió a un taxi cualquiera, me miró y me hizo el gesto como si estuviera rezando.
Yo comencé a caminar hacia la salida, despacio, triste, con un celular viejo, con la incógnita de qué carajo era eso del sushi, y todo era derrota, me sentía como estafado… ¿Estafado?
—¡Qué hija de puta! —exclamé con enojo.
Me volví corriendo a ver el vaso, saqué el bollito que quedaba, lo abrí con total desesperación, que es el momento en el que uno más tarda porque esas mierditas parecen que se pegan y no encontrás la punta, y al abrirlo también decía “Sushi”.
Sonreí porque cuando te cagan bien, es algo satisfactorio y ahí recuperé un poco el ánimo.
La venganza también da esperanza.
María Laura, recordá que el mundo también es un bollito, ya te encontraré.
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